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La dependencia afectiva (o cuando los miedos enturbian el amor)

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Enganches emocionales, relaciones terribles que se mantienen en el tiempo, rupturas de pareja que de las que uno nunca se recupera, obsesiones, depresiones, ansiedad, infelicidad…seguramente el “amor” esté en el top 3 de razones por las que acudir a un psicólogo, y si nos ponemos e incluímos las terapias de parejas es, sin duda alguna, la número uno en el ranking. ¿Cómo es posible que el “amor” sea una de las mayores causas de infelicidad entre las personas hoy en día? Vivimos oficialmente en la época más libre a nivel afectivo de la historia de la humanidad, en casi todo occidente nadie nos impone casarnos con nadie, no hay matrimonios concertados, nuestra familia no nos apunta con una pistola para querer a nadie y ni siquiera vas a la cárcel si te divorcias. Incluso hace unas pocas décadas hubo una revolución sexual que influyó positivamente en las relaciones. Vivimos en plena libertad afectiva, podemos elegir casarnos, estar solos, tener mil novios, liarnos con quien queramos, tener relaciones abiertas o ser ultramonógamos.Podemos hacer lo que queramos a nivel afectivo pero aún así resulta que el “amor” es la primera causa de infelicidad entre muchas personas. Es la paradoja imposible, ¿libres para amar pero infelices amando? ¿Cómo es posible esto? La respuesta es muy sencilla, la respuesta está en la propia definición del “amor”. Y si, hemos puesto en paréntesis todo el rato la palabra de marras porque todo esto no es un problema de amor o incluso de desamor, lo que crea todo este desaguisado es la dependencia afectiva (que mucha gente confunde con el amor)

John Lennon

La dependencia afectiva (también llamado apego) es nada más y nada menos que una adicción, quien sufre este trastorno tiene las mismas características patológicas que puede tener un heroinómano, un ludópata o un adicto al crack. ¿Exageramos con esta definición? Ni un ápice, veamos algunos de estos síntomas presentes en cualquier adicción y que perfectamente se pueden trasladar a una relación de dependencia. Para entenderlo mejor, hemos elegido las características más presentes en cualquier adicción y hemos cambiado “conducta adictiva” por “relación afectiva”:

– Pérdida del control. Episodios de uso compulsivo que llevan a una inversión desproporcionada de tiempo y energía en la relación afectiva.
– Daño o deterioro progresivo de la calidad de vida de la persona. Debido a la prioridad desproporcionada que se da a la relación afectiva, todas la áreas de su vida (amistades, trabajo, familia,etc) entran en conflicto, se deterioran o incluso desaparecen.
– Conductas dañinas repetidas. Mantenimiento de la relación afectiva a pesar del daño generado a nivel psicológico,físico o social.
– Negación o Autoengaño. Se evita en todo momento ser consciente de las consecuencias tan negativas que la relación afectiva está teniendo en su vida (“Yo no tengo ningún problema”).
– Pensamientos adictivos. Ideas irracionales, rígidas, absolutistas y demandantes que perpetúan la relación afectiva y que someten. Estos pensamientos idealizan y magnifican la relación afectiva y se establece un equilibrio enfermo, del cual el adicto se resiste a salir y que solo provocará una espiral cada vez mayor de adicción en la relación afectiva.
– Baja autoeficacia y autoestima. Pese a los altos niveles de malestar y sufrimiento que vive la persona, esta se ve incapaz de dejar la relación afectiva, siendo los intentos nulos o fútiles.Eso a su vez disminuye cada vez más la autoestima y autoeficacia.
– Memoria Eufórica. Proceso de memoria selectiva mediante el cual se recuerda constantemente los “chutes” de la relación afectiva (los contados momentos buenos) mientras se olvida o minimiza todo el sufrimiento, dolor o consecuencias negativas vividos.
– Deseos Automáticos. Deseos impulsivos y obsesivos de retomar la relación afectiva provocados por recuerdos, situaciones, lugares o personas relacionadas con la relación,. Estos deseos se siguen presentado meses después de cortar con esa relación afectiva
– Obsesión o preocupación excesiva con respecto a todo lo que rodea a la relación afectiva. Esto lleva a invertir una energía mental desproporcionada “dándole vueltas” a la relación afectiva que a su vez entorpece otras actividades vitales importantes de la persona.
Dificultad para identificar, manejar e interpretar los sentimientos. Asi como una actitud de intolerancia a algunas emociones, buscando la relación afectiva como una forma de anestesia emocional.

Marilyn Monroe

La dependencia afectiva es una adicción patológica con un añadido que lo complica, está muy aceptada socialmente. Está mucho más aceptada que por ejemplo el alcoholismo, otra adicción que está bastante permitida en nuestra sociedad pero de la que al menos hay una conciencia de los graves problemas que puede generar. En el caso de la dependencia afectiva ya no solo es que se permita sino que incluso se convierte en el objetivo máximo para muchas personas: es fuente de inspiración para canciones, libros o películas y es definido constantemente como el sumum de de la felicidad. Nadie piensa que el alcoholismo sea la meta de ninguna persona en sus cabales ni que sea el sumum de nada, pero la dependencia afectiva está tan integrada en nuestra sociedad que nadie se plantea lo destructivo que puede ser. Y la razón es que llevamos muchos años educándonos en que amor y dependencia van de la mano en el mal llamado amor romántico, uno de tantos modelos de amor que han existido a lo largo de la historia de la humanidad, un modelo que lleva siglos fundamentando un estilo de vida afectivo en donde se asume la dependencia afectiva como parte indisoluble del amor.
El amor romántico  como estructura afectiva tiene su origen en la edad media europea y se ha ido construyendo a lo largo de los últimos siglos con elementos del cristianismo, del romanticismo, de la cultura americana o del capitalismo (y extendido al resto del mundo debido a la globalización). El amor romántico define como deber ser una relación afectiva óptima a través de las siguientes condiciones: el amor ha de ser intenso (te amo con locura), para toda la vida (te querré para siempre), exclusivo (no podré amar a nadie más que a ti), incondicional (te querré pase lo que pase) y que conlleve un elevado grado de apego (te quiero más que a mi vida). Como vemos las condiciones son perfectas para generar una adicción dado que de esta manera el individuo corre el riesgo de no alcanzar nunca este ideal extremo del amor.
Las consecuencias psicológicas de esta visión tan distorsionada de cómo debe de ser una relación afectiva son muy visibles hoy en día : miedo a la soledad, dependencia afectiva, infelicidad en las relaciones, procesos de desamor durísimos, frustación, relaciones que se alargan en el tiempo de manera enfermiza, violencia de género, sexismo… Con tantos síntomas no sorprende como decíamos al principio que el “amor romántico” sea una de los mayores generadores de consultas psicológicas (y psiquiátricas).

Pues lo dicho, que la dependencia afectiva es una adicción socialmente aceptada, culturalmente asumida y con unos ingredientes tan extremos que es muy fácil que caigamos en sus garras. Construida a partir de una definición distorsionada, extrema y demandante del amor provoca a su vez emociones desproporcionadas que hacen mucho daño en las relaciones, y entre esas emociones tenemos el miedo. Si hay algo que nos ciega, nos colapsa y nos lleva a tomar muy malas decisiones es el miedo desproporcionado. La dependencia emocional se basa en el miedo como si de heroína pura se tratase.

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Vamos viendo entonces que la diferencia entre amar y depender se encuentra en el más y en el menos. Mientras amar significa estar con alguien por lo que te da en positivo: sexo, cariño, proyecto de vida, risas, relajación, disfrute, confianza, respeto, atracción, emociones positivas, apoyo…Depender emocionalmente de alguien significa estar con alguien por miedo a lo negativo: Miedo a la soledad, miedo a pasarlo mal si lo dejamos, miedo a no encontrar a nadie igual, miedo al fracaso, miedo al qué dirán…miedo,miedo y más miedo.
Y claro, cuando nos ponemos a pensar los pros y contras de seguir con alguien como si de una balanza fuera, la dependencia funciona como piedras enormes que distorsionan la balanza. Mantenemos la relación por el miedo a lo negativo, no por el amor a lo positivo. Eso explica cómo es posible que muchas personas continuen relaciones terriblemente infernales en donde no hay nada positivo, el miedo nos ciega tanto que pesa más en nuestras vidas que todo lo demás.

Veamos a continuación algunos de los miedos más vistos en la consulta, casi todos ellos creados a partir de los esquemas mentales sobre el amor romántico que nos hemos idos construyendo gotita a gotita, porque si contásemos cuantas veces nos bombardean desde que nacemos con mensajes continuos de como debemos vivir la afectividad , las relaciones o nuestro rol sexual entenderíamos a la perfección como somos menos libres en esto del amor de lo que creemos.

Es cierto que todos tenemos algún hilillo de miedo que a veces nos viene por la cabeza cuando estamos en una relación, pero el problema es cuando los miedos son tan grandes y cegadores que nos bloquean en la vida y convierten una relación afectiva (creada en principio para ser feliz o más feliz) en una fuente infinita de emociones negativas, malestar e infelicidad. Aquí os dejamos los miedos más presentes en consulta:

1. Miedo a pasarlo mal

Muchas personas no dan el paso a dejar una relación negativa porque tienen mucho miedo a pasarlo mal, creen que no podrán soportar la pérdida y no conseguirán superar el sufrimiento creado tras la ruptura. Este miedo es una trampa que paradojicamente provocará cada vez más sufrimiento al continuar con una relación insana.

2. Miedo a hacer daño

A veces tenemos miedo a hacer daño a la otra persona, puede ser porque creemos que se deprimirá si la dejamos, que sufrirá demasiado o que le arruinaremos la vida.Eso nos lleva a mantener relaciones muy negativas que lo único que provocará es más daño a las dos partes de la relación.

3. Miedo a abandonar al otro

A veces pensamos que no podemos dejar abandonada a la otra persona, que no podemos dejarla tirada. Las razones son variadas: creer que tiene un problema psicológico o físico, que es débil, tiene problemas externos, etc…pensamos que tenemos que cuidar de esa persona. El problema no es cuidar a la otra persona, esto ocurre muchas veces de manera sana en la relaciones afectivas, el problema aparece cuando somo infelices y no cuidamos al otro por amor, sino por miedo o culpa. Dos cosas muy diferentes.

4. Miedo a equivocarse

¿Y si me equivoco dejando la relación?¿Y si cometo el mayor error de mi vida?..preguntas como estas hacen que mucha gente se atasquen en relaciones terribles solo por no saber si su decisión es la acertada. Uno puede decidir seguir o dejarlo, una de las peores cosas en la vida es enquistarse en no decidir.

5. Miedo al qué dirán

Otro miedo típico es darle vueltas a lo que podrán pensar los demás si dejas la relación, ya sea tu familia, tus amigos, la gente que te rodea…ya sea porque no quieres decepcionarlos o porque crees que pensarán que eres un inmaduro o mala persona. La necesidad de aprobación es una actitud que hace mucho daño en las relaciones afectivas.

6. Miedo a perder tanto tiempo, experiencias y energía invertida.

Esta idea irracional aparece cuando vemos la relación como si fuera una inversión y pensamos que no podemos dejarla porque entonces perderíamos todo lo invertido (dinero, tiempo, experiencias, esfuerzo…). Una trampa que provoca que sigamos aunque la relación vaya cada vez a peor. Es cómo si apuestas y apuestas en el Casino y no puedes parar porque ya llevas demasiado apostado y a estas alturas ya sólo te queda ganar…provocando que te arruines.

7. Miedo al fracaso

Pensamos que si rompemos con la relación habremos fracasado como persona, que no habremos llegado a cumplir nuestras metas. Puedes que pensemos que fracasamos si no mantenemos la relación para siempre, si no conseguimos siempre enamorado, si no mantenemos unida la familia, si no sabemos luchar contra las adversidades…Estas ideas tan rígidas y distorsionadas de lo que significa éxito provocan que tengamos mucho miedo a tomar decisiones por miedo al fracaso. De nuevo aquí, una mala definición de lo que es éxito o fracaso nos abocará a mantener una relación destructiva.

8. Miedo a la soledad

Un clásico, creemos que si dejamos la relación no podremos aguantar la terrible soledad que nos espera y decidimos seguir con la relación aunque no sea lo que queremos. Una trampa que resume a la perfección esta frase de Robin Williams : “Solía pensar que la peor cosa en la vida era terminar solo. No lo es. Lo peor de la vida es terminar con alguien que te haga sentir solo.”

 

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9. Miedo a no encontrar a nadie nunca más

Pensar que te ha tocado la lotería o que el destino solo podía ofrecerte a una persona. Esta idea nos hace pensar que si dejamos la relación nunca encontraremos a nadie más. Parece que estamos en una isla desierta y que si rompemos la relación ya no habrá nadie más.

10. Miedo a perder algo especial de la otra persona

Hay algo en la otra persona que valoramos de manera desproporcionada y no queremos perderlo: Su belleza, su bondad, su creatividad, su estatus, su dinero… Solo por perder una cosa no puedes mantener una relación. Puedes estar con la persona más generosa, bella, rica o inteligente y ser muy infeliz en esa relación.

11. Miedo a no valerse por uno mismo

Creemos que si dejamos la relación perderemos un apoyo fundamental y nos quedaremos cojos. ¿Quién me animará cuando esté triste?¿Quién me hará la declaración de hacienda? ¿Quién me hará de comer?¿Quién me llevará de vacaciones?…Una baja autoeficacia nos llevará a pensar que sin la otra persona no seremos nadie. Y nada más lejos de la realidad, somos más resilientes de lo que creemos estamos capacitados para aprender, crecer y mejorar constantemente.

12. Miedo a romper la familia

A veces se tiene una idea muy rígida e idealizada de lo que significa una familia, esa idea tan de película con la familia que sólo puede ser de una manera, viviendo bajo la misma casa, en el salón, al calor de la chimenea, sin problemas y sonrisas perennes. Esa idealización provoca que sigamos relaciones muy negativas por no romper la familia y no nos demos cuenta de que así, por ese camino destrozaremos cada vez más la familia al crear una ambiente nocivo que incidirá en nuestros hijos. Hay muchos tipos de familia, solo hay que saber redefinirla cuando sea necesario.

13. Miedo a hacer daño a nuestros hijos

Pensamos que si rompemos con la relación nuestro hijos sufrirán y quedarán traumatizados de por vida. Esto no tiene por que ser así, es cierto que romper una relación no es fácil para nadie ( y menos para los hijos) pero aún así se dice que la ruptura es “lo menos malo para los hijos”. Lo que si que hace daño a los hijos es continuar una relación negativa, llena de discusiones, de emociones negativas, de estrés y de desequilibrio.Una separación, si la pareja es capaz de dejar sus diferencias a un lado y mantienen una relación positiva como padres no tiene porque haber consecuencias negativas para lo hijos y puede ser hasta muy positivo.

14. Miedo al abismo

Cuando pensamos que la otra persona es nuestra VIDA, que es el TODO, que no podemos vivir sin ella, que nuestra vida se acabaría si no estuviesemos con ella…pensamos que después de una ruptura solo hay un vacío, un abismo infernal que nunca se nos ocurrirá entrar porque será el fin. Esta visión tan extrema la tiene mucha gente y provoca un miedo y una angustia extrema que provocará que aguantemos en la relación aunque se deteriore más y más.

Es fundamental  ser consciente de todos estos miedos, como se crean y cómo nos hacen daño en las relaciones afectivas porque nos impiden poner límites, pedir cambios a la otra persona o no dejar relaciones muy tóxicas. El próximo día veremos cómo trabajar la dependencia y conseguir tener sanas relaciones afectivas que nos llenen de emociones positivas como el amor o la felicidad.

ESPECIAL DEPENDENCIA AFECTIVA

La dependencia afectiva (o cuando los miedos enturbian el amor)

Cómo romper con las dependencias afectivas (parte I)

Cómo romper con las dependencias afectivas (parte II)

Categoría: Recursos psicológicos

Etiquetas: Adicciones, Amor, Amor romántico, Dependencia emocional, Desamor, Miedo, Relaciones, Vencer miedos

Etiquetas de cine: Especiales

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5 comentarios

  1. Justo estoy en ese punto en el que admiro tanto a esa persona, siento que la amo porque siempre quiero verla bien pero al procurarla siempre primero a ella; me despersonalize yo y estoy consciente de que fue mo decisión.
    Ahora ella me ve «pobre» y no solo lo menciono monetariametw sino que por lo mismo que me abandone será mejor separarme para emerger de nuevo. Me ayudó mucho su artículo mio gracias

  2. ¿qué pasa cuando el amor de la otra persona se enturbia porque tiene miedo a generar dependencia? Es decir, la otra persona (hombre) sufrió la perdida de sus madre a los 18 años, y ahora a sus 24, ¿tiene miedo de perder a alguien más y por eso cambia el amor por el miedo?

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