La filmoterapia también consiste en hablar de esas emociones y sensaciones tan intensas y agradables que pueden llegar a evocarnos algunas películas. Y son las historias sobre el amor romántico las que más nos suelen llenar mas en este sentido, el amor es parte de nuestra vida y define al ser humano de manera única y especial. Por eso al asisitir a actos de amor romántico (no importa si hablamos de sus intensos comienzos o de sus tristes finales) y empatizar con los personajes hace que nos sintamos tan plenos y llenos de emociones tan intensas. La razón es simple, hacemos nuestra una de las mayores experiencias emocionales que puede experimentar el ser humano, el amor. La imprescindible trilogía de Linklater (Antes del amanecer, Antes del atardecer y Antes del anochecer) nos recorre las diferentes fases de una relación de manera magistral y en tiempo real (entre cada película transcurren 10 años). Esta primera es la fase del enamoramiento, de la magia del primer encuentro y las primeras conversciones entre dos personas que sienten tanto el uno por el otro. Maravillosa película.
Vivoleyendo nos propone en la critica de esta semana un inmejorable resumen de las sensaciones que puede dejarnos esta gran pelicula a través del amor romántico y sus primeros pasos. Que los disfruteis.
(Ver el trailer de la película)
Un alto en el camino, por Vivoleyendo
Yo, definitivamente, creo que existe algún tipo de magia.
Un día como otro cualquiera te levantas, te diriges hacia una jornada que acaba de comenzar, con tus pensamientos puestos en las cosas más prosaicas y simples. En realidad no se trata más que de hábitos repetidos constantemente. Piensas en tu ducha matinal, en la ropa que te vas a poner, en el desayuno y en el destino al que te vas a dirigir. El centro de estudios, el trabajo, donde quiera que te dirijas normalmente… O puede que estés haciendo algo distinto. Puede que estés viajando y te encuentres lejos del lugar que llamas hogar. En ese caso, estás pensando qué tren vas a tomar y hacia dónde. Te subes al tren y te acomodas voluptuosamente en el asiento, envuelto en ese estado de ánimo agradable que te acompaña cuando sabes que vas a pasarte horas a solas contigo mismo, sin hacer nada más que dejar a tu mente vagar, mirar por la ventanilla y sumergirte en la lectura de un libro. Sin más planes inmediatos que los de dejarte llevar hacia el próximo destino.
En ese momento, una chica se sienta cerca de ti. La miras, por el acto reflejo de levantar la vista cuando vemos que alguien se mueve. Ella también te mira. Y ocurre algo. Tu corazón es más veloz que tu pensamiento y ya intuye que este trayecto no se va a limitar a dejarte a solas. Antes de que puedas pararte a razonar, tu instinto está actuando por su cuenta, y ella percibe tu reacción. Tal vez sienta lo mismo que tú. Tienes que hablarle o morir ahí mismo, porque sabes que te arrepentirás durante todo lo que te quede de vida si no lo haces. Y lo haces. Estableces el contacto. Y ella te responde.
Sois dos desconocidos que se han cruzado en un punto de sus trayectorias dispares. En ese instante breve de la intersección, viajáis juntos. La unión de ambas trayectorias va a durar una escasa fracción de tiempo, ambos sois conscientes de ello pero, pese a todo, o quizás a causa de ello, tomáis la súbita decisión de compartir el uno con el otro más de lo que hayáis compartido jamás con nadie porque, paradójicamente, en ocasiones es mucho más fácil abrir el alma ante un extraño que ante alguien a quien conoces. Puedes hablar libremente porque no vais a disponer de tiempo suficiente para nada más. Es como cuando vas a pasar el día a una playa lejana donde eres alguien anónimo, y por ello decides quitarte toda la ropa, sin que te importe que te vean desnudo.
Habláis y habláis, y vais desgranando trocitos de pensamiento y de corazón, y descubrís que probablemente no exista ningún otro lugar en el que desearíais estar, ni otra persona con la que hablar, que os haga sentir tan bien.
(Ver esta escena de punto de inflexión, nada más comenzar la película)
Así da comienzo el amor. Entre conversaciones que van brotando como un manantial formado por gotas de rocío. Entre los puentes que se tienden de una mirada a otra. Entre risas compartidas. Entre el placer y la certeza de que ahora no hay nadie más en este mundo con quien querrías estar. Sólo con ella. Sólo con él.
Jugando al amor incipiente, danzando según sus pasos, tan antiguos como el mundo y a la vez reinventados en cada nuevo salto al vacío. Incluso sabiendo que las trayectorias divergirán. Más aún porque la separación es inevitable.
El amor es amor, aunque los amantes sólo estén juntos unas horas.El amor nos hace eternos, detiene el reloj y lo hace girar más deprisa.
¿Quién no saltaría al vacío? ¿Cómo evitarlo? Es como tratar de evitar que suba la marea, o frenar la fuerza de una inundación.
Decir que en esta película he visto a dos personas que se enamoran en un día fugaz, sería decir poco. He visto el amor mismo. He visto su misma esencia. Lo he visto en su estado más puro. Puede tener mil caras, mil apariencias, pero en el fondo siempre es el mismo.
El amor que camina hacia el amanecer más hermoso del planeta. El amanecer que sólo pertenece a los amantes.
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