El Experimento (Paul Scheuring, 2010)
«El experimento de la cárcel de Stanford es un conocido estudio psicológico acerca de la influencia de un ambiente extremo en las conductas desarrolladas por una serie de personas dependientes de los roles […]
Esta semana, como si de una blockbuster se tratase, estrenamos en dos blogs a la vez el último artículo de Jorge Antonio Quindimil. Lo estrenamos en filmoterapia, en donde ha colaborado varias veces y nos ha dejado geniales reflexiones sobre el amor y el desamor, recopilaciones de citas o críticas de películas. Y en el suyo propio, Con cine y a lo loco , un blog que el mismo Jorge comenzó hace unos meses y en el que comparte su maravillosa pasión cinéfila ( y enormes conocimientos, todo hay que decirlo) con todos sus lectores.
En filmoterapia ya hemos hablado sobre sexo en Una novela erótica, Porno para mamás o Sexo, cine y (nada de) estrés, incluso tenemos una sección en donde hablamos de los beneficios del sexo y proponemos una selección de películas. Esta semana Jorge nos propone una nueva visión del sexo a través de una muy interesante reflexión sobre la conjuncion de amor, sensualidad y erotismo a través de los ojos del cine.
Sin más preámbulos, aquí va el doble estreno de esta semana. 3, 2, 1… Que lo disfruteis.
El amor, la sensualidad, el erotismo y el sexo son, como la fantasía y la imaginación, inherentes a la vida humana. Nadie mejor que Marilyn Monroe para recordarnos que se trata de conceptos íntimamente relacionados, como caras da una misma moneda…
Sin embargo, amor, sensualidad, erotismo y sexo siguen teniendo mucho de tabú social. En relación con el amor, el genial Billy Wilder nos decía por boca de su entrañable Irma que “el amor es ilegal, pero el odio no. Puedes odiar en cualquier parte y a cualquier persona. Pero si quieres algo de ternura, un hombro sobre el que llorar, una sonrisa a la que abandonarte, tienes que esconderte en lugares oscuros como un criminal” (Irma la dulce, 1963). Hoy en día, el amor sigue sin expresarse tan libremente como debiese por culpa de ataduras sociales y personales que persisten, pero no es éste el momento ni el lugar para ocuparse de ello.
Por su parte, la sensualidad, el sexo y el erotismo se nos presentan demasiadas veces como el lado oscuro del amor. Como seres individuales, no podemos escapar de nuestra naturaleza de seres humanos; pero como seres gregarios, como ovejas del rebaño en el que demasiadas veces se convierte nuestra sociedad, el pudor o los prejuicios nos hacen renegar demasiadas veces de nuestra naturaleza sensual, erótica, sexual, e incluso amorosa. O, incluso peor: la vulgarizamos. En sociedad, se trata el sexo como algo inconfesable, impúdico o soez. ¿Cuántas conversaciones serias, maduras, reflexivas y profundas tendremos sobre sexo a lo largo de nuestras vidas? Desde luego muchas menos que sobre política, deportes, coches, moda o viajes. No se trata de trivializar –de eso ya se ocupan Internet o la televisión- algo que debemos seguir manteniendo tras un halo de secretismo y privacidad, sino que se trata de normalizar como ovejas lo que ya tenemos normalizado como personas.
En materia de amor, de sensualidad, de sexo y de erotismo somos personas, no ovejas, sin desmerecer todo lo que las ovejas han hecho por el amor y por el humor en el cine. Precisamente, dos de las escenas más hilarantes del cine se refieren a historias de amor y pasión entre hombres y ovejas. En el primer caso, Woody Allen (Todo lo que siempre quiso saber sobre sexo -y nunca se atrevió a preguntar-, 1972) nos presenta un triángulo de amor entre un pastor armenio, una médico estadounidense y una oveja (no lo llamaremos triángulo de amor bizarro, mientras en español “bizarro” no sea sinónimo de “raro”, sino de “valiente, generoso, lucido o espléndido”, a pesar de lo que comúnmente se cree). ¡No tiene desperdicio!
En el segundo caso, de la mano de Jim Jarmusch (Noche en la tierra, 1991), Roberto Benigni es un taxista hiperactivo que recoge a un sacerdote al que confiesa, durante una inolvidable carrera nocturna por las calles de Roma, sus peripecias sexuales de adolescencia con una oveja. ¡Desternillante!
Dejando aparte el lado humorístico, el valor del cine para transformar ovejas en personas es incalculable. A fin de cuentas, una sala de cine es una pequeña pero significativa muestra de la sociedad cuyo efecto multiplicador resulta tan impredecible como poderoso. Los primeros que supieron identificar el poder del cine para socializar la sensualidad y el erotismo fueron, cómo no, los censores. No les faltó trabajo durante décadas, siendo interminable el número de guiones, de fotogramas o de carteles prohibidos, decapitados o mutilados por la afilada guadaña de su moralina. Lo que el viento se llevó (1939), Duelo al sol (1946), Un tranvía llamado deseo (1951), De repente, el último verano (1959) o, por supuesto, Lolita (1962), son sólo algunos de los ejemplos más conocidos del denodado trabajo de la censura de Hollywood bajo la dictadura del Código Hays (1934-1967). Sin duda, la película que reflejó con mayor maestría la capacidad del cine para socializar la sensualidad y el erotismo y para convertir a las ovejas en personas por encima de la censura fue la eterna Cinema Paradiso (1988), cuya escena final es inolvidable (spoiler)…
Sin embargo, la naturaleza humana volvió a abrirse camino entre la censura y los prejuicios sociales, no sin dificultades ni fuertes polémicas (como se pone de manifiesto en el biopic del controvertido Kinsey, 2004), y el cine pudo empezar a canalizar libremente un sinfín de imaginarios eróticos socialmente reprimidos. Son muy interesantes en este sentido las reflexiones de los psicólogos Hodgson y Burque, autores de nuestra web de cabecera de psicología y cine Filmoterapia, para quienes “la fantasía es parte fundamental de la naturaleza humana [pero] lamentablemente solemos reprimir[la] de alguna forma (sección sexo y cine).
Si el erotismo es la “exaltación del amor físico en el arte” (Diccionario de la Real Academia Española), el cine es una de esas artes que ha sublimado el amor físico en sus múltiples expresiones desde sus mismos orígenes y por todo el mundo. En efecto, prácticamente todos los países y algunos de los mejores directores pioneros del cine cuentan con grandes obras del cine mudo en las que el erotismo es el principal protagonista: en el cine alemán, La caja de Pandora (1928) de Georg Wilhelm Pabst o La princesa de las ostras (1919) de Ernst Lubitsch; en el cine soviético, Cama y sofá (1927) de Abram Room; en el cine sueco, Erotikon (1920) de Mauritz Stiller; en el cine checoslovaco, también Erotikon (1929) o Extasis (1933) de Gustav Machatý; en el cine francés, Nana (1926) de Jean Renoir o La sirena de los trópicos (1927), de Mario Nalpas y Henri Étiévant; o en el propio Hollywood, Salome (1918) de J. Gordon Edwards, entre otras. Algunas de las protagonistas de estas películas, como Theda Bara o Louise Brooks, estuvieron en los orígenes del star system pasando a ser mundialmente conocidas.
En esta ocasión, nos quedaremos sólo con algunas de las mejores obras cinematográficas que han cultivado imaginarios sensuales y eróticos en los cinco continentes, ya sea con especial delicadeza, con especial belleza o con especial crudeza. Estas películas son, en definitiva, la expresión de que existe un sinfín de formas de amar, pues el amor es tan infinito como la imaginación…
Imaginario I – EL AMOR…
El amante (1992)
Imaginario II – LA SALVACIÓN…
La chica del puente (1999)
Imaginario III – LA ADICCIÓN…
Shame (2011)
Imaginario IV – LA TENTACIÓN…
Soñadores (2003)
Imaginario V – LO PROHIBIDO…
Samsara (2001)
Imaginario VI – LO TRAUMÁTICO…
Sexo, mentiras y cintas de vídeo (1989)
Imaginario VII – EL DESEO…
La mano (2004)
Imaginario VIII – LO FURTIVO…
El último tango en París (1972)
Imaginario IX – LA MADUREZ…
Verano del 42 (1971)
Imaginario X – LA ESPERANZA…
El piano (1993)
Imaginario XI – LO MISTERIOSO…
El último vuelo del flamenco (2011)
http://www.youtube.com/watch?v=jL_c-KtP5-Y
Categoría: Psicología a través del cine
Etiquetas: Amor romántico, Erotismo, Sensualidad, Sexo
Etiquetas de cine: Especiales, Listas
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