10 años después de abandonar su casa natal en Nueva Jersey, Andrew Largeman (Zach Braff) debe volver para asistir al funeral de su madre. Allí remueve su pasado y y conoce una chica, Samantha (Natalie Portman), que podría cambiar su vida para siempre. Habiendo abandonado recientemente los antidepresivos que consumía desde hacía años, el viaje de Largeman de autodescubrimiento causado por la vuelta a su casa le provoca un sano autodescubrimiento vital, que incluye la confrontación psicológica con su padre y ayudar a Samantha con sus propios problemas psicológicos.
Esta semana en filmoterapia hablamos de una pequeña joya del cine independiente del 2004, Algo en Común. Nuestra colaboradora Vivoleyendo nos propone una sensacional crítica sobre esta comedia que tantos ingredientes filmoterapeuticos tiene, amor, duelo, relaciones, conflictos vitales…que lo disfruten.
«A lo mejor eso es una familia: unas personas que echan de menos el mismo lugar imaginario»por Vivoleyendo. Algo en Común/Garden State (Zach Braff, 2004)
En el momento en que comienzo a escribir esta crítica, hace apenas unos segundos que he visto la película y me inunda un aluvión de cosas que me gustaría decir sobre ella. Por ejemplo, que es una de esas sencillas y pequeñas obras maestras rodadas sin ánimo de deslumbrar ni de destacar, pero dotadas de ese toque mágico que toma el atajo directo hacia esa parte que hay en mí que necesita vibrar y expandirse, sentir sin obstáculos ni trabas. Tal vez sean estas historias sobre gente corriente que tienen sus rarezas, sus problemas latentes que pugnan por encontrar una vía de salida; personas que buscan su lugar en el orden de las cosas, que intentan encontrarse a sí mismos en medio de la inseguridad en la que siempre flotamos; seres que pasan por la vida tratando de hallar algo firme a lo que aferrarse, la seguridad de algo a lo que se pueda llamar «hogar».
Llámese hogar a enamorarte inesperadamente de alguien a quien hace pocos días no conocías pero que ahora deseas que te acompañe en este extraño, duro y maravilloso camino.
Llámese hogar a reconciliarte con esos fantasmas que te persiguen desde pequeño y a los que nunca conseguiste acallar.
Llámese hogar a saltar valientemente por encima del abismo del resentimiento que has guardado dentro de ti, para tender la mano y alcanzar el perdón; perdón hacia ti mismo y hacia quienes creías que más te habían dañado.
Llámese hogar a descubrir que probablemente estés pasando por esos momentos que dejarás grabados con tinta dorada en el álbum de los recuerdos de tu vida.
Llámese hogar a conocer el verdadero significado de la palabra «amistad», de la palabra «amor».
Zach Braff, actor y director completamente desconocido para mí hasta ahora, ha sabido aplicar la fórmula apropiada para robarme el corazón. Y si además ha contado con una actriz de la talla de Natalie Portman, que despliega aquí todos los registros de una inmensa dulzura, encanto, naturalidad desbordante y habilidad para ganarse nuestro afecto desde el primer instante de su aparición, entonces me quitaría el sombrero, en caso de que usara sombrero. Los dos resplandecen hechizando todo el desarrollo de la película, que cuando termina parece haberse acabado demasiado pronto.
Excelente tratamiento de las emociones y sentimientos, de la tristeza, la melancolía, la nostalgia, la amistad, el amor sin empalagos, el humor simpático y natural que roba muchas sonrisas, la sorpresa en medio de lo cotidiano.
Y si ya de por sí todo el caudal emocional es considerable, el apartado técnico a veces deja sin aliento con una fotografía que alcanza lo prodigioso, una banda sonora prácticamente perfecta, llena de embrujo, que ofrece un cierre sublime a la historia. ¿O sería mejor decir que es una puerta para un nuevo comienzo?
Magnífica, rara, entrañable, conmovedora y especial mezcla de drama y comedia que, quien la disfrute como yo, no podrá olvidarla.
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LA GUÍA DE FILMOTERAPIA
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