Días de vino y rosas (Blake Edwards, 1962)
Presentamos esta semana «Días de vino y rosas» de Blake Edwards, uno de los dramas mas sinceros e intensos sobre alcoholismo y con Jack Lemmon y Lee Remick en un cara a cara […]
Esta semana como hemos prometido vamos a hablar de la película mas votada de nuestra lista de las 100 películas de cine y terapia , la más veces elegida por considerarse terapéutica, «La Lista de Schindler». Una película sobre una catástrofe real y provocada-sufrida por el ser humano, y al mismo tiempo, un gran ejemplo de las relaciones de poder cotidianas y las llevadas a los extremos.
En la Alemania nazi, en 1939 los alemanes invaden Polonia, iniciándose entonces la Segunda Guerra Mundial. En este contexto aparece Oskar Schindler, un oportunista y ambicioso hombre de negocios que poco a poco se va haciendo un hueco en la simpatía de las máximas autoridades nazis, gracias a sus cualidades como relaciones públicas. Así consigue la propiedad de una gran fábrica de cacharros en Cracovia, e inicia un aprovisionamiento de operarios judíos a través de uno de los mejores contables y gerentes judíos, Itzhak Stern. Schindler hace un trato con el comandante del campo de Plaszow, Amon Goeth, que consiste en contratar a bajo coste a estos operarios, para conseguir así sus objetivos, un rápido crecimiento económico. El comportamiento nazi, su creencia de superioridad étnica, su totalitarismo, basaba y retroalimentaba un obsesivo culto al poder, encabezado por Hitler y jerarquizado hacia abajo, sin esto implicar menos poder en sus áreas de influencia determinadas.
Los judíos fueron perdiendo las divisiones propias de la sociedad en un proceso de desindividualización; los ricos, los distinguidos, los obreros, las mujeres, los niños, los altos cargos, los extranjeros, pasaron a vivir en guetos superpoblados, a tener asignado un número en lugar de un nombre, a llevar el mismo uniforme, una estrella judía en el brazo, a dormir en las mismas habitaciones y camas, a sufrir las mismas condiciones de desnutrición, falta de higiene, y los mismos niveles de estrés por una situación donde sus vidas ya eran afortunadas por aún serlas. Dentro de su situación se da una igualdad donde ya no importa si han tenido dinero o no, si han sido buenas personas o no, si han triunfado o no.
Y en este círculo, se ven los diferentes modos de afrontar una realidad límite. Un inicial shock acompañado por angustia, que irá seguido por un peculiar sentido del humor grupal, y una búsqueda de elementos positivos, dentro de una apatía de fondo, ante la esperanza de pensar que se trata de una situación transitoria que tendrá que terminar en algún momento. Y a tan alto riesgo y probabilidad de muerte, estando expuestos a disparos aleatorios y continuos, tomará prioridad esa pequeña luz, y el amor por la familia y las personas más cercanas. Dijo Viktor Frankl, un psicólogo que sufrió la experiencia de estar en el campo de concentración de Auschwitz, en su libro «El hombre en busca del sentido»: aprendiendo a vivir el presente se irá adquiriendo una nueva conciencia de vida y de valores. A falta de esto, algunos optarán por el suicidio lanzándose a las alambradas.
Volviendo a Oskar Schindler, hemos dicho que es una persona ambiciosa, egocéntrica, gustoso por las mujeres, el dinero, los buenos vicios y el éxito. Pero también es una persona carismática. Se va creciendo a lo largo de la historia, adaptando sutilmente su simpatía según con quien trate. Adquirirá un renombre entre los poderes nazis, y se enriquecerá mediante su fábrica. Pero es Itzhak Stern, el gerente judío de la empresa, el que tomará el papel importante de fondo. Y a la vez, va a aprovechar su condición de confianza ciega para favorecer a los miembros de su grupo, los judíos. Su personalidad también carismática, unida a un estilo de poder (la autoridad de ser experto en el tema, del conocimiento), le harán convertirse en el verdadero director, y ejercer una influencia cada vez más impactante en Schindler, que acabará acercándose más a una relación humana, cálida, y bilateral.
Schindler empieza a defender a sus trabajadores como parte de su empresa y su crecimiento, pero acaba tomándose el papel como algo personal, los obreros tomarán la forma de humanos que sufren, que tienen familias, que tienen esperanzas de mejora, y les considerará por el nombre que les corresponde; dejarán de ser números para él.
El carisma de Schindler, que empieza otorgándole un tipo de poder utilitario, funcionando como intercambio de recursos, trabajo, tiempo, dinero para la fábrica, evolucionará al poder personal, el basado en el respeto mutuo, en la personalidad, en igualdad de principios, y en una sensación de libertad.
A medida que el nazismo avanza, se van fortaleciendo y embruteciendo las medidas contra los judíos. Schindler aprende a relacionarse con Goeth y a fingir una gran similaridad entre ambos para así poder influir en sus decisiones y favorecer su fábrica. «El poder no es poder matar cuando te apetece. El verdadero poder es poder elegir si matar o no. El control, es poder«, le dice en una ocasión. Y es que el poder ejercido por Goeth es exclusivamente coercitivo, matar, amenazar, castigar, no recibir contradicciones. En el fondo producto de un tipo de sentido de inferioridad, un miedo de no conseguir éxito y autoridad sin usar esos medios. Delirios reales de grandeza. En un discurso les comenta a los alemanes «los judíos llegaron a Cracovia sin nada, y florecieron en todo durante 6 siglos. Ahora conseguiremos que eso sólo haya sido un rumor«.
Finalmente la lista, la de 1200 nombres de judíos comprados por Schindler y destinados a trabajar en su nueva fábrica de proyectiles de artillería, para salvarles de los campos de exterminio nazis que ya en 1944 eran vistos como la solución final para acabar con todos los judíos. Una lista de 1200 personas compradas, formada por familias, por los más cercanos. Que supuso la ruina de Oskar Schindler, pero la salvación de 1200 seres humanos; y un enorme sentimiento de culpa y fracaso por no haber podido salvar a más, que le acompañó hasta sus últimos días y a esa tumba que fue y continúa siendo lugar de visita.
En 1945 acaba la guerra. Los judíos son liberados. Pero, ¿qué significa ahora eso para ellos? Se ha generado una forma de dependencia después de todos esos años confinados en guetos, casi sin comida, pero con alguien que se la proveía, casi sin higiene, pero con la oportunidad de tenerla, totalmente dirigidos, aunque en condiciones infrahumanas. Después de tanta tensión mental, salir de golpe de eso, supondrá un riesgo en la salud psíquica. Y ahora tendrán que aprender a lidiar con la libertad, a buscarse la manera de aprender a vivir otra vez, aprender a ser felices, dirigidos por ellos mismos.
«La lista de Schindler» nos da una grandiosa imagen de un hecho real, amargo, difícil de creer. Estira los límites del ser humano hasta puntos insospechados, tanto en la barbarie, como en la capacidad de los prisioneros de soportar este sufrimiento, así como en conseguir un liderazgo que suponga ir a contracorriente sin perder la fuerza de tu imagen. Y nos acerca más a su historia mediante una banda sonora espectacular, trágica, hiriente. Es parte de la historia de la humanidad, parte del pasado, que no se puede dejar atrás, pues es él que nos da forma, pero que hay que aprender a dejar a un lado, puesto que somos nosotros los que podemos cambiar y evolucionar a pesar de todo.
(Olga Burque) Filmoterapia
SINOPSIS: Oskar Schindler (Liam Neeson), un hombre de enorme astucia y talento para las relaciones públicas, diseña un ambicioso plan para ganarse la simpatía de los nazis más poderosos. Alemania acaba de invadir Polonia y, gracias a sus influencias, consigue la propiedad de una fábrica de Cracovia. Allí emplea a cientos de operarios judíos, cuya explotación laboral le ayupodíamos da a prosperar rápidamente. Su gerente (Ben Kingsley), también judío, es el verdadero director en la sombra, pues Schindler no tiene el menor conocimiento industrial. (FILMAFFINITY)
«Desde el punto de vista psicológico, lo que les sucedía a los prisioneros liberados podría denominarse «despersonalización». Todo parecía irreal, improbable, como un sueño. No podíamos creer que fuera verdad. ¡Somos libres!, nos decíamos una y otra vez y aún así no éramos capaces de creerlo. Habíamos repetido tantas veces esta palabra durante los años que soñamos con ella, que ya había perdido su significado. Su realidad no penetraba en nuestra conciencia; no podíamos aprehender el hecho de que la libertad nos perteneciera.» (Fragmento del relato de Viktor Frankl, «El hombre en busca del sentido»)
Categoría: Films analizados
Etiquetas: Altruismo, Atreverse al cambio, Empatía, Generosidad, Liderazgo, Luchar contra la adversidad, Renovacion y transformacion, Solidaridad, Toma de decisiones, Valentía, Valores
Etiquetas de cine: Análisis película, Cine americano, Dramas, Grandes directores, Largometrajes
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Mini precisión tocapelotas: la guerra acabó en 1945 no en 1946. Pelicula estéticamente brillante, música espléndida de Bach en el asalto al gueto y con algunas debilidades en el final (como tantas veces Spielberg)
Hay escenas memorables en los trenes.
Bueno, sólo quise dejar un breve comentario en tu sitio a fin de que veas que si hay
gente que lee. Cuando menos es lo que he visto. Espero que prosigas escribiendo como lo has hecho hasta el momento y que
si en algo podemos colaborar en un futuro, me digas.
Esto realmente me gustaría.