El Dust Bowl fue uno de los peores desastres ecológicos provocados por el hombre en el siglo XX. Entre 1932 y 1939 el cultivo masivo de algodón provocó una sequía atroz que afectó a todas las llanuras y praderas que se extienden desde el golfo de México hasta Canadá. Una situación provocada por años de prácticas agrícolas que fueron despojando al suelo de humedad y generando enormes «ventiscas negras» o «viento negro». Esta catástrofe medioambiental multiplicó brutalmente los efectos de la Gran Depresión en la región y provocó el mayor desplazamiento de población en un espacio tan corto de tiempo en la historia de Estados Unidos. Tres millones de habitantes dejaron sus granjas durante la década de 1930, y más de medio millón emigró a otros estados, especialmente hacia el oeste. Este es el punto de partida de Las Uvas de la Ira, una película (basada en el magistral libro de John Steinbeck) que está más vigente que nunca porque bien podría hablar de cualquier familia que tiene que emigrar debido a una situación de pura supervivencia, ya sea de Siria, de Etiopía o del Congo. Ante situaciones tan adversas quien emigra no lo queda otra opción que huir de la guerra, el hambre o la muerte.Se ve obligado a tomar la decisión más dura, irse de su tierra y de donde siempre ha vivido. A nivel psicológico romper de esa manera con tus raíces provoca unos procesos de duelo muy dolorosos y traumáticos que a su vez hay que añadirles la estresante incertidumbre del futuro y la falta de recursos económicos. Escenarios de agotamiento, desesperanza y asfixia emocional que minan la moral de cualquier persona. En Las Uvas de la Ira asistimos a la epopeya de la familia Toad, una familia que incluye a hijos, abuelos y tíos que debe huir de Arkansas hacia la “tierra prometida” de California. Si casa ni tierras (el banco se las ha quitado) malvenden todo lo que tienen y con los pocos dólares que les quedan compran un camión destartalado para apelotonar sus cosas y a 10 personas y recorrer la ruta 66 hasta California. Un viaje devastador no ya por la dureza del trayecto sino sobre todo por su llegada a California y la comprobación de que la tierra prometida es más bien un infierno sin trabajo y lleno de racismo, ira y miseria.
La historia de las Uvas de la Ira es uno de los mayores homenajes a los desheredados del mundo que activa de manera profunda nuestra empatía y nuestro pensamiento crítico y que nos hace reflexionar de la cantidad de situaciones tan parecidas (y peores) que viven los inmigrantes hoy en día. Cuentan que una de las maneras más eficaces que tienen las ONGs de activar la empatía de los políticos es a través de pequeñas grabaciones de realidad virtual, les ponen las gafas de 3D a los políticos para que vivan casi en su piel lo que sufren los refugiados en sus viajes apocalípticos. Pues esta película (y su novela, mucho más cruda aún) cumple esa función de activar nuestra conciencia y empezar a mirar a nuestro alrededor. La magistral dirección de John Huston, la fotografía, los actores y por supuesto el guión basada en el libro de John Steinbeck nos mete de lleno en la vida de tantos millones de personas que debido a las injusticias sociales deambulan por el mundo buscando un mundo mejor.
Los personajes de la película sufren en sus carnes el dejar su tierra para encaminarse a un precipicio lleno de incertidumbre, estrés y desánimo. Los Toad viven en su propia piel el racismo dentro de su propio país, asistiendo al desprecio de estadounidenses tan blancos y anglosajones como ellos. Ante situaciones tan críticas como las de una migración traumática aparece fortalezas del ser humano como la resiliencia, esa capacidad tan poderosa de aguantar toneladas de circunstancias negativas y seguir hacia adelante. En las Uvas de la Ira, la madre y su hijo mayor demuestran unos niveles inigualables de resiliencia que les ayudan a sobrellevar cada envite de su emigración y que además funcionan como faros para que que toda la familia siga hacia adelante. Aceptan, tienen esperanza, luchan, son valientes y solidarios, tiene perspectiva, buscan constantemente soluciones ante los problemas, poseen un gran sentido del humor…todas características de la resiliencia y que se muestran constantemente en la película. Somos muy afortunados viviendo en esta burbuja de bienestar social en donde a veces nos quejamos y nos derrumbamos por cualquier pequeño inconveniente diario. No nos vendría nada mal de vez en cuando entender (viendo esta peli por ejemplo) lo que significa tener un verdadero inconveniente vital como tener que nos despojen de todo lo que tenemos y aún así seguir hacia adelante
Por último incidir en un tema fundamental que nos habla en la película y que tanto se ha estudiado en psicología como son aquellos factores externos que inciden en la felicidad de las personas. Es cierto que la base absoluta de nuestra felicidad se encuentra en nosotros (mucho más de lo que la gente piensa) pero hay elementos externos que repercuten de manera positiva o negativa en las personas y sus índices de felicidad. Muchos estudios hablan del dinero como elemento favorecedor de nuestro nivel de bienestar, sobre todo en países dominados por la pobreza. Por ejemplo en la película, cualquier mínimo aumento en el ingreso de la familia protagonista provocará una mejora sustancial en su alimentación, su educación, su salud, su vivienda… Pero el dinero no es el valor más importante para explicar la felicidad de una sociedad. En cambio, la libertad política, la confianza en las instituciones, los vínculos sociales, la salud física y mental; la satisfacción vital, laboral o la solidez de la familia, son los elementos más importantes que determinan la felicidad a nivel social. Los países más felices del mundo son aquellos que cuidan todos estos elementos desde sus gobiernos, por eso entre las primeras posiciones aparecen los países del norte de Europa seguidos de países como Irlanda, Australia, Canadá o Costa Rica (España ocupa el puesto 22, México el 24 y Argentina el 38)
En las Uvas de la ira los personajes se enfrentan a una sociedad plagada de egoísmo, sin ningún tipo de red de apoyo social y en donde todo queda en manos de los beneficios económicos de los que más tienen (de todos los factores que enumeramos los personajes sobreviven gracias a la solidez de la familia). La película incide en cómo sin la influencia y regulación que pueda aportar el estado respecto a una importante red de estado de bienestar es muy complicado ya no solo aumentar los índices de felicidad sino mantener un mínimo de dignidad en la vida de las personas.
(Alegato final de Henry Fonda, una reflexión hermosa y llena de esperanza y lucha personal)
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