El Experimento (Paul Scheuring, 2010)
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Nuestra colaboradora Vivoleyendo no propone una fantástica crítica de esta película tan inspiradora y vital en tantos sentidos. Que la disfruteis.
(Más películas japonesas en nuestro post 9 películas japoneses inspiradoras)
Sinopsis: Daigo Kobayashi, antiguo violoncelista de una orquesta que se acaba de disolver, acaba vagando por las calles sin trabajo y sin demasiada esperanza. Por ello decide regresar a su ciudad natal en compañía de su esposa. Allí consigue un empleo como enterrador: limpia los cuerpos, los coloca en su ataud y los envía al otro mundo de la mejor forma posible. Aunque su esposa y sus vecinos contemplan con desagrado este puesto, Daigo descubrirá en este ritual de muerte la chispa vital que le faltaba a su propia vida. (FILMAFFINITY)
Volveremos a vernos, una crítica de Vivoleyendo (filmaffinity)
Daigo Kobayashi es un músico que toca el violonchelo en una orquesta en las últimas. Los inmortales sones de la Novena Sinfonía de Beethoven son recompensados con un público escaso y la compañía acaba por disolverse. Daigo se encuentra sin trabajo y con un instrumento carísimo que ya no puede seguir pagando. Desilusionado, decide vender y regresar con su esposa a su pueblo natal, donde su madre fallecida le ha dejado en herencia la casa de su infancia.
Empezar de nuevo siempre asusta. El joven matrimonio se instala y Daigo ve un anuncio de empleo en el periódico, de esos que te hacen desconfiar porque ofrecen unas condiciones demasiado buenas para que sea verdad.
Ese insólito empleo le cambiará la vida. Le enseñará a afrontar el tránsito de la muerte, a comprender por qué para la gente es tan importante despedirse de esa persona querida que se marcha no se sabe hacia dónde. El tabú y el horror que muchos sienten por los muertos se transforman aquí en un delicado ritual de reverencia y respeto en el que el difunto es maquillado, vestido y amortajado con un cuidado extremo, hasta hacerlo parecer vivo, como si sólo estuviera durmiendo antes de despertarse en otra vida. Los gestos del amortajador son reposados, cadenciosos, devotos, se entrega de tal forma que absorbe la esencia que esa persona fue y se la devuelve como si lo hubiera conocido. Los deudos contemplan todo el ritual y se desatan las emociones. Algunos de los momentos más emotivos de la existencia son cuando se dice adiós, y el gran arte de los funerarios artesanos de antaño consiste en la honda humanidad de tratar al difunto con afecto, con toda la dignidad con la que cualquiera querría ser tratado, y creando la ilusión de que el adiós es un hasta luego. No como muchas funerarias modernas que manipulan el cuerpo como un trozo de carne más del que deshacerse.
Los oficios relacionados con la muerte tienen muy mala prensa y nadie mira con buenos ojos a quienes se dedican a ellos, porque en nuestras culturas descreídas morir es un asunto temido y muy macabro. Pero alguien tiene que desempeñarlos. Y pueden esconder una extraña belleza, al menos en culturas donde la veneración a los difuntos no se limita a dejar flores sobre sus tumbas una vez al año.
Pocas cosas enseñan tanto a valorar la vida como ayudar a otros a despedirse de ella.
Drama a ratos muy divertido, muy tierno y arrebatadoramente bonito y melancólico, con música prodigiosa, mimada fotografía y la filosofía de creer que la muerte sólo es un umbral hacia un lugar de paz en el que volveremos a vernos.
Categoría: Films analizados
Etiquetas: Crecimiento personal, Ganas de vivir, Muerte, Vitalidad, Vivir la vida
Etiquetas de cine: Análisis película, Cine japonés, Dramas
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