Según el psicólogo Drew Westen (autor del libro «El cerebro político: El papel de la emoción en decidir el destino de la nación”) la lógica en política no tiene nada que hacer contra las emociones, y aunque nos creamos muy racionales al decidir nuestro voto, finalmente son las emociones las que deciden. Según Westen, las emociones que más influyen a los votantes en su toma de decisiones son el odio, la esperanza y el miedo. Y de estas emociones, la número uno para decidir el voto suele ser el miedo (la segunda es la ira). Para este autor los temores y miedos influyen mucho más a los votantes a la hora de decantarse por un candidato que otros elementos como la experiencia, sus cualidades de liderazgo,su competencia o su programa electoral. Por lo tanto cuando los políticos (y los medios de comunicación) saben manejar el miedo de los votantes (incluso de manera sibilina), uno puede llegar muy lejos en las urnas, algo que explica el auge de Donald Trump, de los populismos o del Brexit (y ya no digamos ejemplos pasados mucho más extremos como la llegada del nazismo a Alemania). El miedo es una emoción desarrollada para sobrevivir pero puede convertirse en una grieta muy peligrosa en nuestro cerebro provocando tomas de decisiones sesgadas, simplistas e ineficaces. Además la emoción del miedo no solo puede afectar a nuestro voto sino también recordemos que tiene una influencia negativa en muchas otras áreas de nuestra vida, es fuente fundamental de trastornos de ansiedad, fobias o depresiones pero también nos genera problemas en las relaciones afectivas, en el trabajo o con nuestra propia autoestima. En este artículo vamos a conocer cómo funciona el miedo para de esa manera poder trabajarlo y lograr que no distorsione nuestra toma de decisiones y que se convierta en una emoción los más útil posible en nuestras vidas (eso lo veremos el próximo día)
Cuando el miedo se hace con nuestro cerebro
Para explicar todo esto del miedo vamos a imaginarnos que vamos caminando por un bosque. Todo está muy oscuro, vamos solos y nos han avisado que hay osos por la zona. De repente escuchamos un ruido y percibimos una sombra detrás de unas ramas. Antes siquiera de ser conscientes que se trata de un oso atacándonos , en apenas décimas de segundo nuestro cerebro ya ha desencadenado una respuesta masiva por su cuenta: Nos ponemos a correr como locos en busca de salvar nuestra vida. El órgano encargado de ponerse a trabajar el primero ante una amenaza de peligro es la amígdala, una especie de botón de alarma cuya función es gritarnos: «¡Cuidado!Ten miedo, ten mucho miedo.. Luego ya pensarás!». Situada cerca del centro del cerebro, este haz de neuronas en forma de almendra y encargada de la respuesta de miedo se desarrolló en el ser humano mucho antes del neocórtex (nuestra parte más moderna del cerebro). La razón para que los circuitos del miedo tengan prioridad incluso ante el mismísimo neocórtex es pura evolución, obviamente si nuestros antepasados no hubiesen sido capaces de reaccionar rápida e intuitivamente al movimiento de en un arbusto o las sombras que avanzaban hacia él de manera sospechosa, se hubiesen sido el menú principal de cualquier depredador y nos hubiésemos extinguido como especie. El miedo es por lo tanto un emoción que aparece cuando interpretamos un peligro muy concreto y que a su vez activa todos nuestros recursos de supervivencia al ponernos lo que se llama posición de ataque o huida. Gracias a esta reacción en apenas décimas de segundo el cuerpo está preparado para reaccionar instantáneamente a una amenaza, es decir, focalizando absolutamente todos nuestro recursos hacia el peligro hasta que este haya desaparecido.
(En esta escena de The Revenant, vemos como los circuitos del miedo y la ansiedad nos pueden salvar la vida ante el ataque brutal de un oso)
Esta primacía evolutiva de los circuitos del miedo provoca que en ocasiones tengan una mayor influencia en el análisis de un problema que las facultades de razonamiento conscientes del cerebro. Podríamos decir que de la amígdala salen un montón de “carreteras” a las regiones cerebrales superiores. Sin embargo, existen pocas carreteras desde la corteza cerebral a la amígdala. Eso permite que la amígdala use esta carretera para anular muchas veces el trabajo de la corteza lógica, algo que ocurre menos veces a la inversa. Por eso cuando vemos una película de miedo, aunque pensemos que es todo mentira, tengamos clarísimo que son actores y sepamos que la sangre esté hecha con ketchup, necesitamos un gran esfuerzo y persistencia para creerlo, y aun así pasamos miedo. Vemos que el miedo tiende a anular la razón, ya que la amígdala obstaculiza nuestros circuitos de lógica y razonamiento. Eso hace que el miedo sea mucho más poderoso que la razón, según el neurobiólogo Michael Fanselow de la Universidad de California en Los Ángeles «El miedo se desarrolló como un mecanismo para protegernos de las situaciones que amenazan la vida, y desde un punto de vista evolutivo no hay nada más importante que eso». Además el miedo como buen instrumento de supervivencia, una vez que se activa (aunque sea una vez) es muy fácil que nos condicione y se generalice enseguida. Si algo lo interpretamos como un peligro una vez, las siguientes veces la respuesta de miedo se activará de manera automática y lo expandirá a todo lo que esté relacionado.Por ejemplo, si cogemos miedo a las serpientes, enseguida no sólo tendremos miedo a las serpientes sino también a los caminos, zonas o bosques en donde pueda haber serpientes. Y no solo tendremos miedo de que nos pase a nosotros, sino también de que le ocurra a nuestra familia y seres queridos.
(En este excelente video, Joseph LeDoux, un neurocientífico del Center for Neural Science de la Universidad de Nueva York, nos explica como la amígdala toma el control de la situación antes de que el neocórtex sea consciente de lo que está ocurriendo)
Volviendo a la política,cuando un candidato recuerda a los votantes sus temores sobre un tema, puede tener un poderoso efecto de desbordamiento: Así por ejemplo el miedo a que no podamos dar de comer a debido a una recesión económica puede traducirse en odio a los inmigrantes, a los judíos, pobres, ricos, negros, mujeres, comunistas…O también podemos creer que todos los terroristas son árabes, que todos los refugiados de Siria nos vienen a poner bombas o que la religión musulmana es una religión terrible. Si el político y los medios de comunicaciones saben apretar los circuitos del miedo a su antojo nos pueden manejar como peleles.
¿Cuando se activan los circuitos del miedo?
Pero este circuito del miedo no se expande ni se activa en todas las situaciones. Siguiendo con la política, el calentamiento global es un problema que no lo activa. Los estudios lo avalan por todos lados, las evidencias son reales, aumenta la temperatura global, hay más inundaciones, huracanes, sequías, etc. Lo avisa el Papa, la ONU, Leonardo dicaprio, Obama y el 99,999%de los estudios científicos serios. Deberíamos estar con mucho miedo y que este miedo nos llevase a votar a los partidos que lo quieran arreglar. Pero apenas solo un puñado de los votantes clasifica el calentamiento global como el tema que más les preocupa. Incluso en USA ha ganado una persona que dice que el cambio climático es una mentira.La razón es que el calentamiento global carece de las características que desencadenan el miedo. El cerebro humano ha evolucionado para temer a los seres humanos y las acciones humanas (como los ataques terroristas), no a los accidentes y fuerzas impersonales (como por ejemplo un aumento del dióxido de carbono en la atmósfera, incluso cuando es el producto de las actividades humanas). Si el calentamiento global fuera causado por terroristas que emiten dióxido de carbono en la estratosfera en lugar de las acciones «inocentes» de buenas personas que calientan sus hogares y conducen a sus hijos a la escuela, el calentamiento sería la principal prioridad para mucha gente.Además de necesitar ese componente humano, un acontecimientos activa los circuitos del miedo cuando representan una amenaza en este momento o la próxima semana, no la próxima década o más allá. Nuestros antepasados crearon el miedo para sobrevivir a depredadores o situaciones de peligrosen el momento. No es de extrañar, entonces, que las advertencias sobre el calentamiento global no logren apretar la alarma del miedo en cerebro. Pero los terroristas, los inmigrantes, los refugiados o los musulmanes lo hacen en un periquete.
El punto débil de nuestro miedo
Tras cientos de miles de años de evolución el miedo tiene una función de supervivencia muy eficaz en el ser humano, reaccionar tan rápido ante situaciones de peligro nos ha salvado la vida como especie. El punto débil es que a costa de esta rapidez el cerebro puede perder “gigas” de capacidad y volverse muy simplista, egoísta y sesgado. El problema es que si se activa el miedo cuando no lo necesitamos, perdemos capacidad de análisis ante los problemas de nuestra vida en donde no hace falta tanta rapidez y si un análisis objetivo, profundo y reflexivo en busca de soluciones. No siempre necesitamos que el cerebro esté conectado para volverse primero, “disparar” y hacer preguntas más tarde. Como observó el teórico político del siglo XVIII, Edmund Burke “Ningún poder roba tan eficazmente a la mente todos sus poderes de actuar y razonar como el miedo”Este pequeño fallos en el sistema informático de nuestro cerebro tiene resultados nefastos que provocan no solo problemas políticos y sociales como el racismo o las guerras si no también otros problemas como las fobias, los trastornos de ansiedad, los bloqueos en la vida, las dependencias emocionales, muchas actitudes erróneas o las depresiones. La buena noticia es que esta grieta en nuestro programa informático se puede arreglar para que tomar mejores decisiones, conseguir nuestras metas, construir un mundo mejor y sobre todo, ser más felices.
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Excelente!! Me que quedó con la intriga de la forma de arreglarla grieta del miedo, agradecería si pudiera publicar algo relacionado.
Saludos
Interesante artículo seria bueno otro artículo como combatir el miedo.