El hombre que plantaba árboles

«Si uno quiere descubrir cualidades realmente excepcionales en el carácter de un ser humano, debe tener el tiempo o la oportunidad de observar su comportamiento durante varios años. Si este comportamiento no es egoísta, si está presidido por una generosidad sin límites, si es tan obvio que no hay afán de recompensa, y además ha dejado una huella visible en la tierra, entonces no cabe equivocación posible…» (El Hombre Que Plantaba Arboles)

Esta semana en filmoterapia proponemos un hermoso corto de animación ganador del Oscar en 1987  y único film de duración inferior a una hora en optar a la Palma de Oro en la sección oficial del largometrajes del Festival de Cannes. Dirigido por Frédéric Back, El Hombre Que Plantaba Arboles nos habla de la sabiduría, la persistencia,  la generosidad y sobre todo del maravilloso poder que tenemos para construir y crear a nuestro alrededor.

La escultora y profesora del Estudio de Arte Orzán, Mariola Romero nos regala una genial crítica sobre uno de los mejores de los mejores films de animación de todos los tiempos. Que lo disfruteis.

EL HOMBRE QUE PLANTABA ARBOLES, por Mariola Romero (Estudio de Arte del Orzán)

Este es un cortometraje de animación dirigida por el canadiense Frèdéric Back basado en un cuento corto del mismo nombre escrito por Jean Giono.

El comienzo es sencillo, como el transcurrir de la historia: el narrador nos cuenta como durante una excursión por la Provenza atraviesa una zona casi desértica en la que no hay vida ni agua, solo viento y desolación, cuando ya está a punto de desfallecer, conoce a un pastor que le ofrece techo y comida. Durante su estancia descubre que éste lleva a cabo una tarea diaria: planta árboles. Los años pasan y se van sucediendo encuentros durante los cuales vemos como el pastor ha continuado su labor silenciosa y como ésta ha transformado el entorno y a sus gentes. El lugar seco e inhóspito que vimos al comienzo de la narración se ha convertido en un inmenso bosque que ha procurado riqueza y bienestar a los habitantes del lugar.

El corto está vestido de leyenda. Por no sabemos qué magia, estos artistas, escritor y dibujante, nos introducen en el mundo mítico de las proezas realizadas por personas que sin tener nada de místicas o divinas realizan diariamente el milagro de estar en sintonia con la vida. El pastor nos convence por su humanidad, y aunque no sea esta la única lectura, ni a lo mejor la principal de este bello cuento, es lo que más nos admira: la sutileza y el acierto demostrado a la hora de construir con pinceladas a un personaje como Eleazar Bouffier, con lo que podemos reconocer en él a esas personas con las que alguna vez hemos tenido el privilegio de cruzarnos en nuestra vida. (Buscando la palabra héroe en google, nos encontramos con Superman en los primeros resultados).

Otro valor añadido al corto es su falta absoluta de  discursos aleccionadores: nos vamos enterando de los acontecimientos a la vez que el narrador, y nos sitúa en la posición de observadores de los actos sin palabras de Eleazar,  mientras que el dibujante nos escenifica el renacer de la naturaleza y de los hombres por medio  del colorido e  imágenes entrelazadas, moviéndose entre lo gráfico y lo poético con maestría.

Frèdéric Back entendió el espíritu directo de este cuento (cuya lectura también recomendamos) y elige un estilo realista además de clarear su paleta ya colorista, casi impresionista, llevándola a tonos aún más pasteles. La serenidad transmitida por este simple artificio acompaña a la perfección a los personajes en el transcurrir de esta historia.

Una pequeña joya a tener en nuestra filmoteca.

Categoría: Films analizados

Etiquetas: Generosidad, Naturaleza, Persistencia, Sabiduría

Etiquetas de cine: Cine de animación, Cortometrajes