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10 consecuencias muy negativas de la ansiedad en nuestra salud física

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La ansiedad es una emoción fundamental en el ser humano que nos ayuda a afrontar todo tipo de problemas, desde estudiar para un examen, meter la última canasta en un partido de baloncesto, rendir al máximo en nuestro trabajo o reaccionar ante un accidente. La ansiedad es una emoción clave en nuestra vida, pero que también hay que saber gestionar de la mejor manera posible. Nuestro amigo coruñés Chema Reigosa, osteópata y miembro fundador de Gabinete de Masaje y Terapias nos ha pedido que analicemos las consecuencias en nuestra salud de una ansiedad prolongada en el tiempo, así que esta semana queremos reflexionar sobre una relación que cada día está más clara, el vínculo entre las emociones como la ansiedad y la salud física de las personas.

Antes de entrar en materia os proponemos hacer un viaje en tiempo para entender los orígenes de la ansiedad. Esta emoción fue creada hace millones de años en el ser humano para hacer frente a peligros tales como depredadores, cambios climáticos o amenazas que pusieran en riesgo la vida de un ser humano o la de su grupo. Es decir, afrontar situaciones en donde la vida de la persona estaba en juego y tenía que tomar decisiones críticas en milésimas de segundos con tan solo dos alternativas: o luchar contra ese peligro o huir de él. Imaginemos a un ser humano cazador hace cientos de miles de años que de repente, mientras busca alimento para su familia, se encuentra de frente con un depredador. En ese justo momento, pararse a pensar de manera reflexiva y sosegada como escapar de ahí no le va a servir absolutamente para nada, y solo la ansiedad podrá salvarle la vida gracias a una respuesta de lucha y huida que le llevará a focalizar todos sus recursos (inteligencia, físico, etc) en búsqueda de la mejor solución (ya sea atacando o escapando) en el menor tiempo posible (milésimas de segundos)

Para entender mejor la impresionante reacción generada por la ansiedad os proponemos ahora darnos una vuelta por nuestro sistema nervioso, una asombrosa y complejísima red que recorre todo el cuerpo y que está dividida en dos partes: el sistema nervioso voluntario y el sistema nervioso autónomo. El sistema nervioso voluntario es el que controla acciones que requie­ren pensamiento como coger el móvil y leer este post, mientras que el sistema nervioso autónomo contro­la todas las actividades que no requieren pensamiento, tales como hacer la digestión, respirar o los latidos del corazón.

A su vez el sistema nervioso autónomo está formado por las divisiones simpática y parasimpática. Así, la división simpática regula la respuesta de «lucha o huida» mientras que la parasimpática regula las funciones «vegetativas» del cuerpo como el crecimiento, la digestión o la respiración relajada

Cuando es activada debido a la percepción de un peligro, la división simpática del sistema nervioso autónomo asume de golpe el control de todo el organismo, suspende toda actividad no esencial en el cuerpo y aumenta toda aquella actividad ne­cesaria para luchar o huir de una amenaza física externa. Como si de un ordenador se tratase, se cortan todos aquellos programas que no sean válidos para tener toda la capacidad y energía posible para mantener al máximo rendimiento el programa informático de supervivencia, la respuesta de lucha o huida.

La ansiedad es una potente “aplicación informática de supervivencia” pero con algunos puntos débiles, uno de ellos es que está hecha para funcionar en momentos muy concretos o de manera temporal. Cuando se pone en funcionamiento de manera crónica (muchísimas veces debido a una interpretación errónea  de la realidad) la ansiedad puede provocar efectos críticos a nivel físico al poner al límite de sus posibilidades a todo el organismo durante demasiado tiempo. Es cómo si ponemos nuestro coche a 150 kilómetros por hora durante días y días si parar, llegará un momento (por mucho Ferrari que tengamos) que empezará a estropearse el motor, nos quedaremos sin gasolina y sin aceite, se gastarán las ruedas, las bujías…de ahí que sea fundamental aprender a manejar el estrés y tener una actitud efectiva en la vida, para que los niveles de ansiedad no se nos vayan de las manos y nos destroce el coche por completo. Aquí van 10 consecuencias físicas de mantener unos niveles muy altos de ansiedad y mantenidos en el tiempo:

  1. Debilitamiento del sistema inmunológico Recordemos que la ansiedad pone al cuerpo en posición de ataque o huida (imaginemos un león enfrente de nosotros) y ante la posibilidad de que haya heridas en la lucha y se puedan infectar, el bazo libera un mayor número de glóbulos blancos. El problema es que si la ansiedad se mantiene en el tiempo, a  la larga esto puede debilitar nuestro sistema inmunitario haciendo más lentas las recuperaciones y volviéndonos más susceptibles de contraer infecciones.
  2. Problemas digestivos Cuando el cerebro detecta un peligro, el “programa informático” de la ansiedad necesita ocupar toda la capacidad de nuestro ordenador  y por lo tanto necesita que otros programas se apaguen. Por ejemplo, el sistema digestivo se reduce a su mínima expresión (para que demonios queremos dedicar energía a comer si nos está atacando un león): Se apaga la salivación (boca seca), se cierra el estómago (nudo en el estómago), incluso el cuerpo trata de expulsar lo que ha comido para no perder energía en esa tarea (arcadas o vómitos), se apagan los jugos gástricos (acidez y úlceras), se enlentece la digestión… Así hasta llegar a la parte final del sistema digestivo en donde el cuerpo usará dos maneras igual de buenas de gestionar su funcionamiento ante un peligro, o expulsa los desechos todo cuando antes (diarrea), o lo guarda hasta que pase el peligro (estreñimiento). Todos estos síntomas si se mantienen en el tiempo pueden provocar problemas cada mayores a nivel digestivo que van desde las úlceras  a la colitis pasando por estreñimiento crónico.
  3. Aumento del nivel de azúcar en sangre ( y las consecuencias que esto conlleva si se mantiene en el tiempo) Si tenemos un peligro delante, el cerebro va a acelerar al máximo el rendimiento del cerebro y de todos los músculo del cuerpo y para ello necesita la gasolina perfecta para esta situación: el azúcar. Para conseguir rapidamente esta gasolina tiene dos maneras. Por un lado estimulará de manera drástica nuestras ganas de tomar dulces e hidratos con el fin de hacer acopio de toda la energía rápida posible, lo que puede llevarnos a desórdenes alimenticios como por ejemplo ganar peso de manera desproporcionada debido a los atracones de “guarradas” que nos podemos meter. Encima debido a lo que explicamos en el punto anterior, el sistema gastrointestinal disminuye su rendimiento y produce menos enzimas digestivas lo que reduce la absorción de nutrientes (que ya de por si es mala debido a las porquerías que nos metemos).  Por otro lado el hígado liberará una mayor cantidad de glucosa para alimentar a los músculos, algo que de manera temporal se lleva bien pero si este aumento es prolongado en el tiempo puede provocar una resistencia a la insulina y a la aparición de diabetes tipo. Finalmente, tanta desregulación de los sistemas de azúcar pueden provocar a su vez problemas en el metabolismo, debido a la liberación constante de cortisol en el flujo sanguíneo que hace reducir la sensibilidad a la insulina.
  4. Envejecimiento celular prematuro Una reacción ansiosa mantenida en el tiempo llega incluso a afectar a las propias células, que de tanto desgaste se empiezan a agotar, lo que se traduce en una mayor oxidación celular y por tanto en problemas derivados de esto como aumento del colesterol, incidencias en el cáncer o envejecimiento prematuro
  5. Insomnio y agotamiento El cuerpo regula la producción de cortisol para que nuestros biorritmos se ajusten al ciclo diario. En condiciones normales el organismo genera unos mayores niveles de esta hormona por la mañana para ayudarnos a despertar y activarnos, y menores niveles por la noche, cuando lo que necesitamos es descansar para recuperar energía y que nuestros órganos se regeneren. La ansiedad y el estrés prolongados alteran la producción de cortisol, dificultando que podamos conciliar el sueño y dar a nuestro cuerpo su dosis de descanso necesaria.
  6. Contracturas y problemas osteomusculares   Ante una amenaza todos los músculos del cuerpo, desde el más pequeño hasta el más potente se tensarán en lo que se llama una posición de ataque o huida (o ataco al león o me escapo corriendo). Una activación muscular que puede durar un rato, incluso un día o dos, pero si se mantiene constante en el tiempo (debido a una ansiedad crónica) los músculos se cargarán de energía activándose y tensándose para un esfuerzo que no llega. Esta tensión no liberada puede terminar causándonos contracturas,lesiones y desgaste muscular. Es frecuente que aparezcan dolores de espalda, bruxismo y otras molestias.Pero también, la tensión nos provocará dolores de cabeza, rigidez en los hombros, dolor de cuello, incluso se corre el riesgo de trastornos osteomusculares crónicos.
  7. Problemas de piel De nuevo, el programa informático de la ansiedad necesita toda la capacidad posible de nuestro ordenador y apagará todos los programas innecesarios. En este caso la piel también cede su parte de sangre y energía en favor de otros órganos clave en la reacción defensiva y claro, al dejar de recibir su dosis necesaria de hidratación pueden aparecer problemas dermatológicos como eccemas, soriasis, alopecias, rosáceas, aumento de las arrugas,..
  8. Hipertensión Ante una respuesta de lucha o huida el corazón necesita bombear más sangre y aumentar la presión arterial y la constricción de las arterias. Todo esto repetido y repetido en el tiempo tiene como consecuencia un aumento de la tensión arterial y  un empeoramiento del sistema cardiovascular. De tanto forzar la máquina esta se puede incluso romper con ataques al corazón u otros problemas derivados.
  9. Disfunciones sexuales Si el cerebro determina que hay un peligro se bloquea todo aquello que no considere necesario, y obviamente si tienes un león merodeando el sexo se vuelve totalmente secundario. Así que se disminuye el deseo sexual, no aparecen las erecciones, aumenta la eyaculación precoz, el vaginismo… (todas maneras muy diferentes de anular la parte sexual que tanta energía y concentración nos quita y centrarnos en el peligro)
  10. Infertilidad. El estrés y la ansiedad inciden negativamente en la fertilidad porque si el cerebro interpreta que hay un peligro muy alto y constante en el tiempo pospone incluso su mayor objetivo: reproducirse (ante una situación de peligro excepcional la reproducción no es ninguna prioridad). De ahí problemas asociados a la ansiedad como la infertilidad, desaparición de la regla en las mujeres o abortos.

Categoría: Recursos psicológicos

Etiquetas: Ansiedad, Emociones negativas, Miedo, Respuesta de lucha o huida, salud física

Etiquetas de cine: Especiales

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