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Filmoterapia

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La vida y la muerte en Fresas salvajes (Ingmar Bergman, 1957)

Psicologos Coruña | Hodgson & BurqueSueña que se pierde en la calle, todo son casas en ruinas, todo está vacío. Se encuentra a alguien de espaldas, pero cuando le ve, no tiene rostro, casi resulta ser un muñeco de trapo. Suenan campanadas, pasa un coche de caballos, y sin más, empieza a chocar con una farola. Todo se rompe, y de dentro, sale un ataúd. ¿Quién está dentro? Es él, el propio profesor Isaac, viéndose a sí mismo. ¿Se augura así su propia muerte?

Cuando Isaac, un doctor septuagenario que lleva 50 años ejerciendo como médico, despierta de esta pesadilla sin sentido, pero llena de capacidad de revolver y recrear su sentir, se pasea por su enorme casa. Las agujas del reloj suenan al moverse en medio de un silencio nocturno y sonoro. En su casa sólo se encuentra él y la «sirvienta», con la que mantiene después de muchos años una relación cercana, pero fría y malhumorada.
Hoy es el día en que Isaac se prepara para acudir a su celebración en su 50 aniversario como doctor. Para ello, decide emprender un trayecto en coche, en la incómoda compañía de su nuera. Este corto viaje en coche se convertirá en el camino más intenso y surrealista de su vida.

Todo parece estar hilado en este camino de sueños y verdades. La nuera le confiesa su visión de viejo egoísta, ésa es la razón por la que su propio hijo ya casi no le habla. En un descanso, hacen una parada en el lugar donde Isaac pasaba sus vacaciones de pequeño, el sitio de las fresas. «En tal apacible lugar, es normal que mi mente volase hasta las imágenes de mi niñez». Así funciona la memoria. Y en este vuelo, en un delirio, vislumbra a su prima, a su primer amor, la casa, las voces, su primer dolor… reminiscencias de repente tan vívidas, que se encuentra con el vacío y la tristeza del recuerdo, la nostalgia de lo que ya no está, pero sigue presente de esta forma.
En otra parada, Isaac va a visitar a su madre. Allí también parece a su edad vivir de los recuerdos materiales, las fotos, los trastos. Y vemos cómo ella como madre le ha transmitido a su hijo la frialdad ante la vida y ante las personas.
A lo largo de la película, Bergman retratará en conversaciones y en sueños, en fantasías, la eterna preocupación del ser humano por la muerte, ese miedo a lo absurdo de una vida que dejará de tener sentido al llegar de cualquier manera un final por medio de la muerte.
Los fantasmas siguen persiguiendo a Isaac, atascado en su pasado, y ahora más que nunca, se burlan de él. En sus sueños, él parece ya no entender, no ver bien, ya no sabe ejercer como médico. Ha perdido todas sus facultades. Y los propios fantasmas le revelan su virtud de egoísta, insensible e incompetente. Pesadilla tras pesadilla, ve cómo su mujer ya fallecida, recobra la vida y de la misma forma, recobra la infidelidad con otro hombre, como en la realidad ocurrió, se burla de él y de su condición de témpano impasible.
Mientras tanto, un hombre le está examinando y juzgando lo que fue. «Todo se ha ido. Todo es silencio. Una obra maestra de cirugía, todo ha quedado extirpado». Isaac le dice ante esto «Pero, ¿a qué pena se me condena?». «A la de siempre, a la soledad», le responde el gran juez.

En su despertar, Isaac siente que está muerto aunque en realidad siga vivo. Se va dando cuenta de que no le gusta cómo ha sido, y que a lo mejor ya no tiene tiempo para cambiar y para poder evitar haberle enseñado lo mismo a su hijo. Sin embargo, aceptar la muerte no quiere decir tener que renunciar a la vida. Por otro lado, recurrir al pasado para estar más tranquilos, como hace cada noche Isaac con su niñez, representa en realidad un presente no aceptado y por ello, una necesidad de otros tiempos donde al menos una parte importante de nosotros, era plena. Esta nostalgia del pasado, impide poder avanzarcompletamente. Isaac se atascó en dos experiencias dolorosas del ayer, no las consiguió aceptar. Y esta historia es la que marcó en una gran medida su personalidad, su frialdad con las personas, su preferencia por el éxito profesional ajeno a cualquier calidez humana.

La gente le ha apreciado a pesar de todo, y él se ha negado a quererlo así, le ha dado la espalda a esta forma de ser y de vivir la vida, y la soledad le carcome en forma de miedo y cercanía. Pero este recorrido delirante a través de los recuerdos evocados por tantos elementos físicos y oníricos, junto con personajes clave que le acompañan en el coche, le llevarán a un intento de retomar la felicidad. Dejar de lado el todo o nada, y al menos a partir de ahora, ser de la forma que de verdad quiere ser, y abrir los ojos a lo que se nos ofrece: su primer posible nieto, una relación especial con la mujer que le ayuda en casa, su hijo y su nuera a los que redescubre, unos autoestopistas que lo consideran añorable, … Es su propia imaginación, su propia mente, la que se va asestando palos a sí mismo hasta despertarle en otro mundo.
Mi primera película de Ingmar Bergman, «Fresas Salvajes», con quien he descubierto un psicologismo al parecer propio de él, y que, al menos en esta ocasión, nos da la oportunidad de, a través de tanto sueño y alucinación, revelar los temores del ser humano, pero ahora ponerles solución, la que Isaac decida elegir.

(Olga Burque ) FILMOTERAPIA

«Fresas salvajes es un canto onírico, imperfecto y maravilloso a la soledad que anida en la raíz del ser humano. Es un autorretrato del hijo a través del padre (acaso la forma más íntima de retratarse, la más sincera). Es una búsqueda perpetua e imposible. La infancia en la vejez.»

Extracto de comentario de Servadac en Filmaffinity.

 

Categoría: Films analizados

Etiquetas: Crisis vital, Duelo, Miedos, Muerte, Perdon, Vejez

Etiquetas de cine: Análisis película, Cine clásico, Cine internacional, Dramas, Grandes directores

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