Una película con un discurso intimista y sentimental, que no cae en la sensiblería barata ni en golpes bajos, sino que por el contrario nos posiciona frente a la vida planteándonos quiénes somos, nos pone enfrente de un espejo y nos muestra algo que no nos gusta de nuestro interior. Y allí comienza el proceso de búsqueda de cambio, de ansiar y volver a confiar en que se puede vivir mejor, basado en el paralelismo de ambas historias que trasciende la barrera del tiempo y el espacio.Sin muchos agregados, ni apartados técnicos deslumbrantes, este filme con sencillez y realismo nos transporta a una situación que nos va dejando la idea que la vida es dura en ciertos aspectos, pero que la voluntad y la liberación a través de la libre expresión de sentimientos colabora para que al menos sepamos asumir los reveses con altura.Sobrias actuaciones de Mary Stuart Masterson y Mary-Louise Parker como Idgie y Ruth, en la historia del pasado y soberbias e injustamente no premiadas las de Kathy Bates y Jessica Tandy en la narración del presente.

La música de Thomas Newman emociona correctamente y en su justa medida de acuerdo a la carga afectiva de cada secuencia.

En definitivas, una película que nos llega directo al corazón, que nos da la chance de reflexionar sobre los aspectos más trascendentales de la vida y que nos deja con el picante sabor que a ésta se la vive mejor, mientras más entusiasmo y «salsa» le pongamos.

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